La aparición e intensificación en los últimos años de la epidemia del SIDA, ha cambiado mucho la forma de percibir y vivir la pareja. Por un lado, podría pensarse que debido al peligro que enfrenta cada persona que se expone a una relación desprotegida, produce que muchos hombres y mujeres revaloricen la importancia de una relación duradera, estable y segura, tanto en los heterosexuales como las homosexuales, al menos en el plano de las expectativas. Sin embargo, la promiscuidad y la sensación de invulnerabilidad continúan exponiendo a las personas. Por otro lado, esta problemática de salud, relevante a escala mundial, ha traído como consecuencia que hoy en día se vivencie el vínculo con cierto nivel de angustia o desconfianza. Pero, además, si lo llevamos al plano de la sexualidad, estas se convierten prácticamente en un entorpecimiento de la intimidad y el abandono en la pareja, haciendo protagonista junto a los miembros de la misma los medios de protección ante las ITS y el SIDA. En este sentido, entran en conflicto la necesidad de una entrega plena basada en la confianza y el amor y por otro lado la necesidad de protegerse.
A través de la literatura, la música y los medios de comunicación masiva, aparejado a muchos mitos se defiende en nuestra cultura, aunque ya no con tanta fortaleza como en otros tiempos, la creencia del “amor eterno”. Aparejado a esto se encuentra el mito del amor romántico y de la “media naranja”.
En este sentido refiere la doctora Patricia Arés: “Ocurre que el deseo amoroso en muchas parejas actuales es construido sobre la base del mito “amor para siempre”, “amor espiritual y carnal”, “amor en reciprocidad”, “integridad e identidad de valores”, pero se produce a la vez mucho dolor y frustración, porque se pone en juego la contradicción entre el mito en el cual creo y lo que vivo en la realidad.” (Arés, P., 1995)
Lo cierto es que esta forma de expresar los afectos, más que amor, constituye un tipo de chantaje, con implicaciones degradantes de la autoestima de cada persona.
Muchos en la actualidad se cuestionan una posible extinción del amor, y junto a él, del romanticismo. Incluso, muchos opinan que las nuevas generaciones ya no se detienen en el preámbulo romántico que tradicionalmente ha antecedido a la formación de la pareja, sino que pasan directamente al romance, perdiendo con ello las sensaciones propias del momento.
La pareja hoy se está generando un cambio en las relaciones entre el hombre y la mujer, en lo que se espera de la relación, en los valores y requerimientos que se vuelcan en la misma, en la ruptura con modelos tradicionales de relación, en especial el mito del amor romántico.
Los sentimientos y emociones no han variado mucho, al igual que las sensaciones propias de la relación de pareja, y aunque en cierta medida, como norma generalizada, se han perdido algunos detalles, esto no necesariamente constituye una característica negativa de la pareja moderna, sólo resulta una forma diferente de manifestarse.
Existe una alta prevalencia de divorcios, de infidelidad, promiscuidad, así como otras transformaciones a nivel social y cultural que atentan contra la satisfacción en el ámbito de la pareja. Todo esto se está dando porque están emergiendo otras necesidades en el vínculo, con relaciones menos posesiva y más autónoma, libre de prejuicios que entorpezcan nuestro desarrollo individual. De alguna forma, aunque de manera gradual y en contraposición con el modelo que nos vende los medios masivos de difusión, se está rompiendo con el llamado mito de la “media naranja”.
En la actualidad, se está produciendo en las personas un fenómeno de singular expresión, que limita la completa entrega en la relación de pareja, donde las personas frenan sus posibilidades plenas de dar y recibir afecto. Lo denominaremos miedo a la intimidad o miedo al amor. La pareja de hoy encuentra como solución inmediata a sus problemas la disolución de la misma. Antiguamente se trataba de preservar por todas las vías la unión y sólo se tomaba esta actitud como situación extrema. El componente pasional en este caso resalta como uno de los más importantes, y las personas lo refieren con mucha frecuencia: “cuando no queda química se perdió todo”. Esto, sin embargo, no debe ser visto como algo negativo, ya que rompe con los preceptos de la pareja eterna. Si bien debemos promover una mayor estabilidad en pareja, también se debe estimula la ruptura cuando se convierte en fuente de displacer.
Por supuesto, estos cambios confluyen con otros valores y concepciones más convencionales, entrando en contradicción con frecuencia. Por un lado los vínculos exigen transformaciones al interno de la pareja y en las actitudes de las personas, y por el otro trata de preservar a toda costa viejos cánones. Por eso, pensamos que se encuentra en un periodo de tránsito, donde se evidencia un enfrentamiento de nuevos juicios morales y valores con los ya existentes.
A través de la literatura, la música y los medios de comunicación masiva, aparejado a muchos mitos se defiende en nuestra cultura, aunque ya no con tanta fortaleza como en otros tiempos, la creencia del “amor eterno”. Aparejado a esto se encuentra el mito del amor romántico y de la “media naranja”.
En este sentido refiere la doctora Patricia Arés: “Ocurre que el deseo amoroso en muchas parejas actuales es construido sobre la base del mito “amor para siempre”, “amor espiritual y carnal”, “amor en reciprocidad”, “integridad e identidad de valores”, pero se produce a la vez mucho dolor y frustración, porque se pone en juego la contradicción entre el mito en el cual creo y lo que vivo en la realidad.” (Arés, P., 1995)
Lo cierto es que esta forma de expresar los afectos, más que amor, constituye un tipo de chantaje, con implicaciones degradantes de la autoestima de cada persona.
Muchos en la actualidad se cuestionan una posible extinción del amor, y junto a él, del romanticismo. Incluso, muchos opinan que las nuevas generaciones ya no se detienen en el preámbulo romántico que tradicionalmente ha antecedido a la formación de la pareja, sino que pasan directamente al romance, perdiendo con ello las sensaciones propias del momento.
La pareja hoy se está generando un cambio en las relaciones entre el hombre y la mujer, en lo que se espera de la relación, en los valores y requerimientos que se vuelcan en la misma, en la ruptura con modelos tradicionales de relación, en especial el mito del amor romántico.
Los sentimientos y emociones no han variado mucho, al igual que las sensaciones propias de la relación de pareja, y aunque en cierta medida, como norma generalizada, se han perdido algunos detalles, esto no necesariamente constituye una característica negativa de la pareja moderna, sólo resulta una forma diferente de manifestarse.
Existe una alta prevalencia de divorcios, de infidelidad, promiscuidad, así como otras transformaciones a nivel social y cultural que atentan contra la satisfacción en el ámbito de la pareja. Todo esto se está dando porque están emergiendo otras necesidades en el vínculo, con relaciones menos posesiva y más autónoma, libre de prejuicios que entorpezcan nuestro desarrollo individual. De alguna forma, aunque de manera gradual y en contraposición con el modelo que nos vende los medios masivos de difusión, se está rompiendo con el llamado mito de la “media naranja”.
En la actualidad, se está produciendo en las personas un fenómeno de singular expresión, que limita la completa entrega en la relación de pareja, donde las personas frenan sus posibilidades plenas de dar y recibir afecto. Lo denominaremos miedo a la intimidad o miedo al amor. La pareja de hoy encuentra como solución inmediata a sus problemas la disolución de la misma. Antiguamente se trataba de preservar por todas las vías la unión y sólo se tomaba esta actitud como situación extrema. El componente pasional en este caso resalta como uno de los más importantes, y las personas lo refieren con mucha frecuencia: “cuando no queda química se perdió todo”. Esto, sin embargo, no debe ser visto como algo negativo, ya que rompe con los preceptos de la pareja eterna. Si bien debemos promover una mayor estabilidad en pareja, también se debe estimula la ruptura cuando se convierte en fuente de displacer.
Por supuesto, estos cambios confluyen con otros valores y concepciones más convencionales, entrando en contradicción con frecuencia. Por un lado los vínculos exigen transformaciones al interno de la pareja y en las actitudes de las personas, y por el otro trata de preservar a toda costa viejos cánones. Por eso, pensamos que se encuentra en un periodo de tránsito, donde se evidencia un enfrentamiento de nuevos juicios morales y valores con los ya existentes.
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