Primera fase: el paciente expresa un sentimiento específico.
Existen procesos que pueden obstaculizarlo, por ejemplo, defensas conscientes e inconscientes pueden bloquear su expresión.
Segunda fase: reconocimiento por parte del terapeuta de los sentimientos expresados por el paciente.
Esta fase puede fallar debido a las resistencias que posea el propio terapeuta. Resulta útil para realizar una mejor entrevista que el terapeuta se tome un tiempo, antes de la sesión, para reflexionar preguntándose que sentimientos están presentes antes de encontrarse con el paciente.
Escuchar procurando intentando sentir el mundo del paciente. Sin juzgar.
Utilizar un pensamiento analítico para poder imaginar experiencias internas del paciente (proyección creativa).
Tercera fase: terapeuta activo verbalmente, realiza intervenciones empáticas. Estas intervenciones pueden ser básicas y/o complejas.
Las intervenciones empáticas básicas funcionan bien con pacientes desconfiados o paranoicos, los cuales necesitan cierta distancia emocional. Ejemplo: “Me imagino lo difícil que pudo ser para Ud.”
En pacientes confiados suele recomendarse empezar con intervenciones empáticas par luego pasar a las complejas. Estas últimas suelen ser más directas. Ejemplo: “es doloroso perder a un ser querido”.
En las intervenciones empáticas se debe de considerar las variables de: frecuencia, duración, asertividad.
Cuarta fase: el paciente recibe la intervención empática. Algunos pacientes, por ejemplo en los maniacos, no se sabe si logran percibir este tipo de intervenciones, otros pacientes como los paranoicos podrían sentirse amenazados.
Quinta fase: el paciente proporciona al clínico retroalimentación de que la intervención empática se ha recibido. Algunos pacientes depresivos podrían mostrarse indiferentes ante la intervención. En ocasiones la intervención si tiene resultados a pesar de que en ese momento el paciente no lo transmita producto de su condición.
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