HIJOS DE FAMILIAS MONOPARENTALES
DEFINICIÓN
Las familias monoparentales son aquellas compuestas por un solo miembro de la pareja progenitora (varón o mujer) y en las que, de forma prolongada, se produce una pérdida del contacto afectivo y lúdico de los hijos no emancipados con uno de los padres. En esta definición se incluyen una gran variedad de situaciones, lo que dificulta la comparación de resultados entre diferentes estudios que exploran grupos de niños de madres solteras, separadas, divorciadas o viudas. Aunque la crianza de los niños puede quedar asignada al padre, el paradigma en los países de nuestro entorno es el de familias monoparentales con presencia de la madre (biológica o adoptiva). De hecho, entre un 80% y 90% de los hogares monoparentales tiene como responsable a una mujer.
En la bibliografía aparecen como sinónimos de familias monoparentales los términos "familias rotas", "familias disociadas" o "situaciones familiares inhabituales".
MAGNITUD DEL PROBLEMA
En España en 1986 había 9.010.292 mujeres casadas, 1.856.307 viudas, 50.651 divorciadas y 157.868 separadas, aunque desconocemos el número de hijos menores de edad de cada categoría. En 1991 había un 9,5% de familias monoparentales frente al 6% de 1981, lo que representa un incremento del 58% en ese periodo (Ministerio de Asuntos Sociales, 1991). En Estados Unidos, la tasa de nacimientos habidos fuera del matrimonio ha ascendido del 12% en 1980 al 30% en 1991 y continúa incrementándose en la actualidad. En Gran Bretaña, el 21% de las familias son monoparentales y en el 90% de ellas permanece "la mujer" como cabeza de familia. Así, este país tiene el mayor número de familias monoparentales de la Unión Europea, en la que el porcentaje de monoparentalidad viene a rondar el 10% del total de núcleos familiares. La viudedad explica el 6% de las familias monoparentales, mientras que el divorcio justifica el 52% y las madres solteras el 37%. Este último grupo es el de más rápido crecimiento, pasando de un 1% en 1971 al 7% del total de familias en 1992 (Roberts, 1995).
La mayoría de los estudios sobre familias monoparentales no distinguen entre los diferentes tipos de madres y sus características, lo que dificulta las comparaciones entre ellos. El mayor número de referencias bibliográficas es sobre los hijos de padres divorciados, tal vez porque ésta sea la situación más frecuente en Estados Unidos, donde se calcula que en el decenio de los noventa sólo el 59% de los niños norteamericanos vivirán con sus padres biológicos, mientras que un 30-40% de los niños nacidos en la década 1970-1980 vivirán el divorcio de sus padres antes de cumplir los 18 años (Wallerstein, 1990). Las mujeres separadas son ligeramente más jóvenes que las divorciadas, pero con características socioeconómicas similares.
Las familias monoparentales con madres solteras constituyen la segunda gran categoría. Las madres solteras aparecen, en los estudios descriptivos, como mujeres más jóvenes y con familias más pequeñas que las mujeres viudas y divorciadas, con un promedio de 1,4 hijos, de los que el 60% tienen menos de 5 años. Muchas de las madres solteras tuvieron sus embarazos en la adolescencia. Una de cada diez adolescentes de edades entre 15 y 19 años queda embarazada anualmente en los Estados Unidos, pero sólo el 54% de los embarazos acaban en nacimiento. El 75% de éstos, y prácticamente el total de los acaecidos en menores de 14 años, finaliza sin que exista matrimonio. El 16% de los embarazos de adolescentes no son deseados y el 32% del total de los embarazos no deseados ocurre en esa etapa de la vida. En España, un 1,8% de los partos atendidos en hospitales corresponden a adolescentes (Gómez de Terreros, 1991). A los riesgos de acabar en familias monoparentales, el embarazo en adolescentes añade los propios de esta situación, donde hasta el 10% de las mujeres menores de 18 años no recibe atención prenatal hasta el tercer trimestre, con mayores tasas de prematuridad y bajo peso en sus hijos, lo que puede predecir, a posterior, peores niveles de salud y de desarrollo.
*Esta información estadística, presenta un conocimiento global del tema de la monoparentalidad a nivel mundial; Para conocer estadísticas correspondientes a la realidad social chilena, remitirse a los anexos al final del presente trabajo.
EVIDENCIA CIENTÍFICA
Las definiciones no coincidentes de familias monoparentales en los diferentes estudios, dificulta la comparación de sus resultados, al agrupar tipos de familias heterogéneas con diferentes dinámicas naturales. Así, la heterogeneidad en estas familias no sólo proviene del camino que han seguido en su formación o del sexo del responsable, sino que presentan características diferentes respecto a su estatus económico, etnia y cultura, no sólo entre ellas, sino también comparadas con las familias tradicionales.
Los primeros trabajos, ya apuntaban que los niños nacidos "ilegítimos" tenían menor adaptación y rendimiento escolar que los nacidos en el seno de familias convencionales. Las niñas de familias monoparentales con padres ausentes asistían menos regularmente al colegio y los chicos de 11 años presentaban con mayor frecuencia enuresis nocturna (Roberts, 1995).
Además, los progenitores solos, que han de atender a las ansiedades y dificultades del desarrollo humano temprano, son más proclives a descompensaciones psicopatológicas, así como a proporcionar a sus hijos o a los niños a su cuidado, un tipo de trato inadecuado para su desarrollo. Las familias monoparentales y el padre/madre no biológico son uno de los aspectos familiares señalados como indicadores asociados al maltrato físico o negligencia en el cuidado físico de los niños (Carrera, 1996).
La pérdida de uno de los cónyuges marca la evolución de la familia en el aspecto afectivo, educativo y económico, ya que, la ausencia del padre/madre supone que el superviviente tiene que asumir nuevos y distintos papeles, lo que origina un estrés añadido que no se encuentra en las familias biparentales. Esta situación puede facilitar la aparición de enfermedades psicosociales y condicionar un incremento del uso de los servicios de salud.
Desde un punto de vista demográfico, los hijos de familias monoparentales tienden estadísticamente a ser más pobres, a abandonar el colegio prematuramente, a estar desempleados y a involucrarse en actividades delictivas con más frecuencia que aquellos niños que, en la constitución de su vida familiar, conviven con los dos progenitores.
SEPARACIÓN Y DIVORCIO
Con el extraordinario aumento de las cifras de divorcio en los últimos 20 años, no es de extrañar que los estudios más recientes se encaminen a investigar a los hijos de familias monoparentales surgidas de procesos de separación y divorcio.
Muchos trabajos han estudiado el impacto que sufren los niños de familias monoparentales en términos de desarrollo emocional, conductas, probabilidad de enfermedades psiquiátricas, identidad sexual, actitudes futuras hacia el matrimonio e intensidad de las transiciones psicosociales. Estos y otros estudios indican, en resumen, que los hijos de familias monoparentales tienen una mayor probabilidad de obtener peores resultados en una amplia gama de facetas (conductas antisociales, rendimientos en test de lenguaje, coordinación visual, motora, etc.) que los niños que viven con ambos padres.
Sin embargo, no existe una población divorciada homogénea, sino muchas y muchos subgrupos. La gente se divorcia por una gran variedad de razones, en diferentes momentos de la vida familiar, personal y de los hijos, y proviene de diferentes tradiciones e historias familiares. Además, el divorcio no es un evento simple, sino que engloba una serie compleja de cambios en las relaciones familiares que se inician con el fracaso de la relación conyugal, continúa a menudo con un período caótico de ruptura del matrimonio y sigue, en ocasiones durante años, con desequilibrios en el seno de la familia.
La expresión de los posibles conflictos derivados de la situación de monoparentalidad asociada a separación o divorcio de los padres es variable según la edad o momento evolutivo del niño. Pero no existe ningún trastorno o cuadro clínico específico de la situación de divorcio. La reacción o aparición de síntomas clínicos depende, en gran medida, de la personalidad subyacente del niño y del momento evolutivo de éste. Incluso las dificultades en el desarrollo están presentes varios años antes del divorcio de los padres, destacando la importancia de los conflictos previos a la consumación del mismo. Hoy sabemos que las tensiones, batallas y discordias constantes en el hogar, por un lado, y la continua presencia de la desdicha y amargura de los padres, por otro, son más perniciosas para los hijos que el mismo trauma de la ruptura. De manera que hasta los niños de familias intactas, con alto nivel de conflictos, obtienen peores resultados en valoraciones psicológicas que los niños de familias intactas o divorciadas con bajo nivel de conflicto (Block, 1986; Amato, 1991).
Otras variables asociadas a las dificultades encontradas por los hijos de familias monoparentales son los pobres recursos económicos de la madre, el estigma y baja expectativa social de sus hijos, la experiencia de conflictos en familias separadas o divorciadas, el estado psicológico de la madre, las características de la dinámica familiar en el hogar de la madre y la ausencia del padre.
Las consecuencias que aparecen en los niños dependen de su nivel de desarrollo. Así los preescolares tienden a manifestar "conductas regresivas": insomnio, crisis de rabietas, angustia de separación, pérdida del control de esfínteres, regresión en los hábitos de limpieza, estancamiento en las adquisiciones cognitivas, temores fóbicos y sentimientos de culpabilidad. Los escolares muestran su ira intensa contra uno o ambos padres y pueden desarrollar cuadros depresivos, lo que conlleva una disminución del rendimiento académico y deterioro en las relaciones con sus compañeros (Wallerstein 1980, 1987, 1991).
Los adolescentes son quienes más sufren a corto plazo inseguridad, soledad y depresión, las que pueden plasmarse en forma de fracaso escolar, conducta delictiva, consumo de drogas y vagancia. Los adolescentes y adultos jóvenes mantienen vivos los recuerdos a los 10 años del divorcio de sus padres, lo que les hace expresar angustia respecto a sus relaciones amorosas y a un posible fracaso matrimonial. Las repercusiones sobre los adolescentes también dependen de los factores de estrés psicosocial que pueden acompañar al divorcio y que, en orden decreciente de importancia psicológica, son (Wallerstein, 1991; Lasa, 1996; Weitzman, 1988; Kalter, 1994):
1) El continuo estado de discordia permanente (conflicto) en la relación de los padres.
2) La presencia de un padre emocionalmente angustiado (sobre todo el que tiene la custodia)
3) La pérdida de la relación con uno de los padres (típicamente el que no tiene la custodia)
4) Las nuevas relaciones que establecen los padres: (sobre todo el que tiene la custodia).
5) El posible nuevo matrimonio de los padres: (sobre todo del que tiene la custodia).
6) El descenso del nivel económico, que determina a menudo cambios de vivienda y menor disponibilidad de supervisión parental.
2) La presencia de un padre emocionalmente angustiado (sobre todo el que tiene la custodia)
3) La pérdida de la relación con uno de los padres (típicamente el que no tiene la custodia)
4) Las nuevas relaciones que establecen los padres: (sobre todo el que tiene la custodia).
5) El posible nuevo matrimonio de los padres: (sobre todo del que tiene la custodia).
6) El descenso del nivel económico, que determina a menudo cambios de vivienda y menor disponibilidad de supervisión parental.
Hay también evidencia de que las consecuencias del divorcio sobre los niños han disminuido desde 1960, coincidiendo con la mayor aceptación social del divorcio.
HIJOS DE MADRES SOLTERAS
En un porcentaje alto se trata de mujeres que han quedado embarazadas inesperadamente, no creando ningún vínculo con su compañero o padre del niño. Muchas de ellas están en el período de la adolescencia o temprana juventud y, a menudo, dependen de la familia de origen (abuelos) con la que suelen convivir. En estos casos se añaden, a medio y largo plazo, las dificultades para crear y desarrollar un vínculo madre-hijo suficientemente estable para asegurar la crianza. Pero las familias de origen, especialmente los abuelos, tienen un papel importante a la hora de integrar a la joven madre y de posibilitar la progresiva instauración del vínculo afectivo con su hijo.
También son cada vez más frecuentes las mujeres que deciden engendrar y criar un hijo en solitario de modo estable. Los niños de estas madres tendrán pocas vivencias de conflicto en el hogar y quizás otros factores sean más importantes, aunque se conoce relativamente poco sobre este subgrupo de familias, pequeño pero enormemente heterogéneo. De ahí la necesidad de seguir investigando sobre la salud mental en los niños que se ven sometidos a vivir y desarrollarse con esta situación de "problemática familiar".
FALLECIMIENTO DE UN PROGENITOR
El fallecimiento de uno de los padres crea una disociación familiar que conlleva un proceso de duelo de elaboración psicológica, mental y emocional con una sucesión de reacciones: estado de aflicción, seguido de defensa, una fase de retracción de afecto y, finalmente, una fase de reanimación. La forma en que los niños viven la muerte de sus padres está en función de diversos factores: edad, personalidad, comportamiento de los presentes, sexo del progenitor fallecido y del hijo, etc. Existen datos que relacionan la muerte de un progenitor con posteriores dificultades en el adulto. La muerte, como otras pérdidas, hace que las crisis vitales posteriores sean experimentadas como nuevas pérdidas, lo que conlleva una pérdida o disminución de la autoestima y favorece la aparición de depresión.
En definitiva, las diferentes situaciones de monoparentalidad originan repercusiones psíquicas que están resumidas en la tabla 2, mientras que en latabla 3 aparecen los factores de riesgo, más destacables que inciden en las dinámicas de las familias monoparentales.
INTERVENCIONES
La evolución a largo plazo de una experiencia traumática vivida en la infancia o adolescencia es especialmente difícil de predecir, pero gran parte de la patología mental y conductual y de los conflictos psicosociales crónicos pueden prevenirse en un grado u otro si se abordan con sentido común de forma precoz.
Durante la infancia todos los niños se benefician del contacto con un modelo paterno respetable, racional y benévolo, aunque éste no tiene que ser necesariamente el padre biológico. Pero en el caso del varón, la imagen del padre es especialmente importante a la hora de aprender a modular los impulsos agresivos, de formar el concepto de autoridad, de configurar la identidad masculina y de forjar el talante de padre futuro. De ahí que se insista en la importancia de la presencia de un varón y una mujer (sean o no padres biológicos) cerca del niño en las diferentes etapas de su evolución.
Ante los niños sin padre se alza un mundo colmado de retos y amenazas, aunque no por ello las mujeres que crían y educan solas a sus hijos estén destinadas a tener hijos con problemas. La mayoría disfrutan de hijos e hijas sanos, que llegan a convertirse en adultos competentes y empáticos, sobre todo los que disfrutaron de buenas relaciones de apoyo con la madre. La razón es que la imagen paterna se construye en la mente de los niños, no sólo de rasgos del progenitor, sino también de atributos de otros hombres importantes de su infancia y de cualidades paternales idealizadas que las criaturas captan de los ídolos de su tiempo. Resulta evidente que aunque las madres pueden elegir no tener un compañero, los niños nunca pueden elegir no tener un padre, que en todo caso siempre existirá en su fantasía.
El Psicologo debe mantener una postura de escucha y comprensión, que permita percibir la vivencia y sufrimiento del niño (y a menudo de sus padres) frente a la situación de monoparentalidad creada y los acontecimientos dolorosos que la acompañan. La intervención fundamental consiste en detectar cuántos factores de riesgo (tabla 3) o acontecimientos traumáticos están acumulando los niños en su situación familiar, cuál será su vulnerabilidad o capacidad para hacerles frente y cuáles serán las eventuales secuelas psicológicas o psicopatológicas actuales y futuras. El psicologo ha de tener conocimientos y sensibilidad psicosocial, habilidades para la entrevista clínica y relación asistencial, mejorando la capacidad de ofrecer ayuda psicológica desde las consultas que se realizaran a nivel de la atención primaria, para así poder abordar de mejor modo, la problemática del niño.
RECOMENDACIONES
Realizar una entrevista familiar para explicar la importancia del "rol" masculino y femenino en el desarrollo del niño, así como para facilitar o recomendar la búsqueda de una figura de apoyo para el progenitor solo. La primera entrevista ha de procurarse que sea lo más próxima posible al evento que desencadenó la monoparentalidad. La periodicidad de las entrevistas puede ajustarse a los controles del subprograma infantil y a la detección de los factores de riesgo (tabla 3) en la consulta a demanda.
Especial atención merece el seguimiento del embarazo de la adolescente que puede terminar en familia monoparental. Una buena relación entre ella y sus propios padres, especialmente su madre, parece protectora y favorecedora de las capacidades personales de la adolescente. Posteriormente convendrá asegurar la existencia de una figura de apoyo continuado para la joven madre. En el caso de no existir padre que conviva con ella, ha de recomendarse la relación continuada del niño con varones a lo largo de su desarrollo.
En el caso de divorcio o separación existe controversia en cuanto a la inclusión del padre que no tiene la custodia en las entrevistas familiares o en el tratamiento. Desde algunas opciones teóricas se considera como deseable, aunque en la práctica plantea numerosas dificultades. Incluso se duda que la tendencia actual, que alterna la custodia del niño con cada uno de los padres, sea una medida adecuada en la mayoría de los casos, ya que no respetaría la dinámica de continuidad necesaria para el niño, primando ciertos aspectos de desculpabilización de los padres.
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