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SINDROME “BURN OUT”

 El síndrome de quemarse por el trabajo es una respuesta al estrés laboral crónico que se produce principalmente en las profesiones que, como el psicólogo, se centran en la prestación de servicios. El objetivo de estos profesionales es cuidar los intereses o satisfacer las necesidades de los pacientes, y se caracterizan por el trabajo en contacto directo con las personas a las que se destina ese trabajo.

Desde una perspectiva psicosocial el síndrome de quemarse por el trabajo es un síndrome cuyos síntomas son bajos niveles de realización personal en el trabajo, altos niveles de agotamiento emocional y de despersonalización Maslach y Jackson (1981). La falta de realización personal en el trabajo se define como la tendencia de los profesionales a evaluarse negativamente, y de forma especial esa evaluación negativa afecta a la habilidad en la realización del trabajo y a la relación con las personas a las que atienden (pacientes y familiares). Los trabajadores se sienten descontentos consigo mismo e insatisfechos con sus resultados laborales. Por agotamiento emocional se entiende la situación en la que los trabajadores sienten que ya no pueden dar más de sí mismos a nivel afectivo.

La despersonalización puede ser definida como el desarrollo de actitudes y sentimientos negativos, como el cinismo, hacia las personas destinatarias del trabajo. Estas personas son vistas por los profesionales de forma deshumanizada debido a un endurecimiento afectivo, lo que conlleva que les culpen de sus problemas (algo tuvo que haber hecho ese paciente para estar así o es un paciente psicótico por lo cual nunca podrá recuperarse, entonces para que invertir esfuerzos en una terapia que muy difícilmente resultará)


Debido a que para los profesionales de la salud el rol laboral prescribe no adoptar actitudes cínicas, deshumanizadas, de indiferencia o impersonales hacia los pacientes, la despersonalización no es una estrategia de afrontamiento empleada inicialmente para afrontar el estrés. Es necesario que los estresores se perpetúen en el tiempo para que los sujetos la adopten. Hecho bastante doloroso desde el punto de vista ético profesional pero al que no se está ajeno, por lo cual considero, merece la pena mencionarlo.

“Estudios recientes realizados con metodología cualitativa y de carácter exploratorio (Gil-Monte, P. R., Bravo, M. J., Rodríguez, I. y Caballer, A. (2001), apoyados por la revisión de la literatura (Farber y Miller, 1981; Maslach, 1982a; 1982b; Price y Murphy, 1984; Scully, 1983), sugieren que los sentimientos de culpa podrían ser un síntoma del síndrome de quemarse por el trabajo adicional a los tres síntomas ya mencionados”

Estos tres factores pueden conjugarse al punto de generar en el profesional,  encargado de tratar con trastornos metales, comportamientos asociados a la fatiga mental-corporal. Algo que merece ser mencionado, es el hecho de que este síndrome parece surgir inesperadamente,  a pesar de que su maduración pudo estar gestándose lentamente desde hace algún tiempo atrás. Con esto último me refiero a que principalmente; el desgano, la falta de energía, la despersonalización, pueden surgir de un proceso en el cual el psicólogo se fue adentrando poco a poco. 

El trato con pacientes psicóticos suele tener en la mayoría de los casos elementos que pueden ser dignos de analizar. Encontramos el hecho de que ellos al tener empobrecida su área social, difícilmente podrán establecer una relación con su terapeuta de cordialidad, al menos en el ámbito socialmente aceptado (códigos de neuróticos a los que estamos atados). Por ejemplo; no siempre saludarán, podrían interrumpir las sesiones de repente o actuar en cada entrevista casi como si lo estuvieran conociendo al psicólogo por primera ocasión. A pesar de esto, no hay que olvidar que el paciente psicótico se maneja bajo sus propios códigos, por lo que habría que reflexionar, quizás en un acto autocompasivo pero probablemente acertado, que ellos se benefician de la interacción con el terapeuta de una manera particularmente humana diferente a la nuestra.

El estrés en esta profesión está compuesto por una combinación de variables físicas, psicológicas y sociales. Es una profesión en la que inciden especialmente estresores como la escasez de personal, que supone sobrecarga laboral, trato con pacientes problemáticos, contacto directo con la enfermedad, el dolor y la muerte, falta de especificidad de funciones y tareas lo que supone conflicto y ambigüedad de rol, falta de autonomía y autoridad en el trabajo para poder tomar decisiones, rápidos cambios en cuanto a procesos de modernización, etc. 

Desde la psicología clínica es comprensible el entender que aquel profesional que dedica su vida al estudio y ejercicio en esta área, cuenta con motivaciones que lo inclinan a tratar con pacientes que padecen enfermedades mental. Una de las principales motivaciones suele ser el querer hacer algo por aquella persona  que sufre, encontrar la manera de que aquel sujeto logre ubicarse mejor con relación a su enfermedad y consiga de una u otra forma aplacar ese dolor. En el camino hacia éste objetivo conocemos en nuestra formación teórica, los diversos obstáculos que tendremos que sortear junto con el paciente. Sobreponer las resistencias que nos muestra el paciente, al mismo tiempo que debemos lidiar con las nuestras.

A esto amerita juntar el  factor del equilibrio ya que en ocasiones nuestros deseos van más allá de las realidades que encontramos en la práctica. La existencia de estos sentimientos de altruismo e idealismo acentuados por la forma en que una parte importante de estos profesionales abordan su profesión podrían facilitar el desarrollo del proceso. Este idealismo y los sentimientos altruistas lleva a los profesionales a implicarse excesivamente en los problemas de los usuarios y convierten en un reto personal la solución de los problemas. Esto ocasiona que se sientan culpables de los fallos, tanto propios como ajenos, lo cual redundará en bajos sentimientos de realización personal en el trabajo y aumento del agotamiento emocional.

Dentro de las estrategias del nivel individual se recomienda la utilización del entrenamiento en solución de problemas, el entrenamiento de la asertividad, y los programas de entrenamiento para manejar el tiempo de manera eficaz. 

En el nivel grupal la estrategia por excelencia es la utilización del apoyo social en el trabajo por parte de los compañeros y supervisores. A través del apoyo social en el trabajo los individuos obtienen nueva información, adquieren nuevas habilidades o mejorar las que ya poseen, obtienen refuerzo social y retroinformación sobre la ejecución de las tareas, y consiguen apoyo emocional, consejos, biodanza, psicodrama u otros tipos de ayuda.

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