Por lo general, las discusiones o peleas surgen cuando se toma personal algo que no necesariamente lo es, y luego se culpa a la otra persona por los sentimientos heridos. El culpar a alguien por cómo te hace sentir, te ubica en el papel de víctima y de inacción. Contrario a esto, quizás una actitud más asertiva, surja del ejercicio de tu capacidad de regulación cognitiva. Esto significa lograr inhibir las reacciones impulsivas que son producto del enojo o la ira hacia la persona que ha hecho la ofensa.
Mediante el pensamiento, es posible reencuadrar la memoria dolorosa, y divisar una nueva y menos molesta interpretación del evento. Con este fin, es importante considerar otras perspectivas que pudieron llevar a la persona a actuar de cierta manera. Ver a la infracción de una manera menos personal que la que originalmente se concibió, o tomarse un tiempo para entender el punto de vista de la otra persona. En un escenario posterior, procurar el reconocimiento de aquellos aspectos constructivos o de aprendizaje que puedan ser rescatados detrás del malestar inicial.
El Dr. Robert Enright, psicólogo de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos encontró una mejoría significativa a nivel emocional y psicológico de sujetos que perdonaban, comparadas con otro grupo que no lo hacía. Desde su primer estudio se han realizado cientos de estudios similares que han encontrado resultados positivos trabajando con el perdón en participantes de rehabilitación de drogas, víctimas de violencia doméstica, y personas con cáncer terminal. Cuando se ha estudiado la correlación entre el perdón y la salud física se han encontrados resultados alentadores, especialmente en pacientes con enfermedades cardiovasculares.
El modelo de perdón de Enright tiene cuatro partes: descubrir el enojo, decidir perdonar, trabajar en el perdón y salir de la prisión emocional. Descubrir el enojo implica examinar cómo se lo ha eludido y cómo se ha manejado el mismo. Se explora la forma en que la ofensa y el enojo subsiguiente ha afectado la salud, forma de ver el mundo, y la vida en general del paciente. La fase requiere el aprender qué es y qué no es el perdón, reconocer las formas con las que se ha tratado el enojo hasta el momento y que no han resultado, y tener la intención de perdonar.
Trabajar en el perdón involucra confrontarse con el dolor y la ofensa, experimentarlos por completo, para llegar a algún nivel de comprensión y compasión hacia la persona que ha causado la ofensa. La fase final incluye reconocer que otros han sufrido también lo mismo y han podido salir adelante, explorar el posible significado que pudo haber tenido ese sufrimiento, y tomar acción para llevar adelante lo que se ha propuesto en la vida.
Sin embargo, muchas veces el acto de perdonar es percibido culturalmente como signo de debilidad, o sumisión. Resulta más fácil permanecer enojado, estigmatizar, o denigrar a las personas que nos han fallado. Hay que tener presente que el perdonar toma tiempo, implica aceptar lo que pasó y no quedarse en lo que debería o pudiera haber pasado. Sentirse traicionado y con ira es algo común. Pero si esto perdura puede llegar a afectarnos profundamente, si esto ocurre, debemos primero lidiar con nuestros sentimientos que han sido heridos antes de poder empezar el proceso del perdón.
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